
Foto Sergio Méndez
Acaba de cumplir 86 años, pero irradia felicidad y esperanza. Emilio
Lledó (Sevilla, 1927 ) ha impartido su vocación en universidades
extranjeras y españolas, entre ellas la de La Laguna. Esta semana
asistió como invitado de honor a una nueva edición de El mundo que
queremos, de la Fundación CajaCanarias.
-¿La crisis ha reducido nuestra capacidad de pensar, de replantearnos las cosas?
“Creo que no estamos tanto ante una crisis económica, sino en una
crisis de la mente, de nuestra forma de entender el mundo. La crisis
más real -con independencia de los problemas económicos, que son muy
reales- es la crisis de la inteligencia. No estamos solo ante una
corrupción de las cosas, sino ante una corrupción de la mente. A mí me
llama la atención que siempre se habla, y con razón, de libertad de
expresión. Es obvio que hay que tener eso, pero lo que hay que tener,
principal y primariamente, es libertad de pensamiento. ¿Qué me importa a
mí la libertad de expresión si no digo más que imbecilidades? ¿Para qué
sirve si no sabes pensar, si no tienes sentido crítico, si no sabes ser
libre intelectualmente? También ocurre que uno intenta pensar y escribe
cuatro especulaciones y no puede hacer nada. Piensas pero no tienes
poder. De ahí el poder de la política”.
-¿Cómo consigue no caer en el pesimismo después de decir eso?
“No soy nada pesimista. Solo soy pesimista, en cierto sentido, porque
ya soy mayor y me queda poco tiempo, o menos tiempo, pero a mí me
parece que la vida es algo muy hermoso y muy estimulante. Tenemos que
darnos cuenta y no podemos olvidarnos de la posibilidad que tenemos de
mirar. Los filósofos griegos me enseñaron que la palabra ‘idea’, que nos
remite al idealismo, significa mirar. Mirar con los ojos, no con la
mente. Y después de eso viene la educación…”.
-Hablando de educación, la nueva reforma educativa elimina la
obligatoriedad de dos de las tres asignaturas de Filosofía en
Secundaria y Bachillerato. ¿Qué consecuencias tendrá en el futuro?
“Me parece un disparate, una cosa inconcebible, cuando hoy
precisamente en el mundo tecnológico es tan importante la reflexión
sobre los sentimientos, sobre las acciones, y a eso ayuda la filosofía”.
-Dice que le preocupa más la corrupción de la mente que la corrupción tradicional. ¿Quién está corrompiendo nuestras mentes?
“Una política de la mentira y una educación que no se ha tomado en
serio. La educación es la esencia de partida social y si eso falta la
sociedad de va a pique. Filosofía significaba apego a entender.
Preocupación por saber qué mundo es el tuyo, qué sociedad es la tuya y
cómo compartir la vida con otros. Por eso es tan importante la política,
aunque hoy se hable de la destrucción de la política”.
-Lo que quizás ha conseguido la situación actual es que la gente tenga más apego por saber, más necesidad de filosofía…
“Sí. Quizá la crisis nos ha dejado al aire, al descubierto, y eso nos
estimula, por eso es tan importante que los jóvenes se formen, y que
tengan acceso a una educación de calidad. Yo he vivido mucho tiempo
fuera de España en grandes países tecnológicos, y en un país como
Alemania nunca apostarían por una universidad privada”.
-A nosotros nos han obligado a pensarlo todo en términos de rentabilidad económica..
“Exacto. La economía es importante, pero es solo una parte. Hay que
dejar que los muchachos, los cinco o seis años que están en la
universidad, se entusiasmen con algo, que no se obsesionen con cómo
ganarse la vida, ya se la ganarán o la lucharán. La obsesión por ganarse
la vida es la forma más radical de perderla”.
-Después de ser un niño de la Guerra Civil en España y de
vivir en Berlín la caída del muro, ¿cómo ve la situación actual en
cuanto a libertades y derechos?
“Como niño de la Guerra Civil sé lo que es el hambre, pero no el
hambre como metáfora. El hambre, hambre, hambre de Madrid de los años
40. No tener qué comer durante años. Era una situación patológica, había
acabado una guerra, y había unos vencedores y unos vencidos. Eso hoy no
existe, hoy se nos ofrecen un montón de cosas. Estamos en la sociedad
del consumo, en una sociedad que acaba consumiendo al consumidor. Pero
es consumo vacío, consumo consumiente, que te consume, que te
deteriora”.
-Eso lleva a otra pregunta: ¿Cómo nos está deteriorando el uso perverso del lenguaje?
“De una manera increíble. Una forma de deteriorar la mente es
deteriorar el lenguaje. Utilizamos palabras sin pensarlas. Por ejemplo,
ahora hay que ponerlo todo en valor. Sin embargo, no sabemos qué es el
valor porque no sabemos lo que son los valores. La universidad tiene que
fomentar un debate sobre los ideales. Los creadores de riqueza son
necesarios, pero unos pasos más adelante hay que crear algo que rompa la
pura pragmacia. O la practiconería, que es una palabra que seguro que
la Real Academia no aceptaría, pero que me parece muy expresiva”.
-¿Confía en que en el futuro seremos menos pragmáticos?
“Yo creo que sí. Si no sería la muerte. Tenemos que dejar esa herencia de idealismo”.
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